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Última actualización de la noticia: 19/06/2008
El TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) es un trastorno cuyas causas siguen investigándose y que produce una alteración en el sistema nervioso central, provocando dificultades en la concentración, falta de atención, sobreexcitación, impulsividad y cierto descontrol.
Clasificada como enfermedad de origen mental, la diversidad de opiniones y la falta de unanimidad entre los profesionales médicos, ha provocado que sea origen de continuos debates, y que no haya a fecha de hoy una definición clara de la misma.
En general se acepta la teoría de que es un trastorno de origen neurobiológico y muy probablemente vinculado a factores genéticos.
Aunque sus efectos se llevan estudiando desde hace más de 100 años, las variantes entre los afectados, la dificultad de diagnosis, y su proximidad a otras enfermedades mentales que tienen numerosos síntomas en común, han provocado que su definición y clasificación sean transitorias, hasta que nuevas investigaciones no revelen nuevos datos. Así encontramos que los dictámenes de la OMS pueden diferir de los de la Asociación Americana u otras de índole local.
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Aunque no hay una sintomatología específica, se suponen manifestaciones de sufrir TDAH, cuando un niño/a muestra varios de los siguientes síntomas de forma conjunta:
-Incapacidad para centrarse en las tareas que realiza
-Dificultad para seguir las instrucciones
-Desorganización en cualquier ámbito
-No escuchar a quien le habla
-Falta de eficacia en sus planteamientos
-Pérdida de objetos, accesorios, …dejadez de sus posesiones
-Olvidadizos/despistados
-Absortos en sus pensamientos, abstrayéndose del entorno
Cualquiera de estos síntomas estaría asociado a un problema de atención, y si además, se da alguno de los de la siguiente lista, podríamos hablar también de hiperactividad La unión de síntomas de las dos listas manifiesta claramente la posibilidad de encontrarnos ante un caso de TDAH
-No parar quieto (manos, pies, cuerpo en continuo movimiento)
-Culo inquieto (dificultad para mantenerse sentado durante un tiempo)
-Locuaz en exceso
-Correr exageradamente o trepar y saltar sin estar previsto
-jugar con brusquedad, alzando la voz y sin criterio
-Contestar sin escuchar lo que se le pregunta
-No respetar las normas, los turnos, ni el orden establecido
-Interrumpir las intervenciones de otros
-Necesidad de cambiar de actividad constantemente
Evidentemente hay miles de detalles que podrían complementarse con los síntomas expuestos, algunos que realmente ayudarían a prescribir la enfermedad, y otros muchos que por desgracia ayudan a que se prescriba falsamente esta enfermedad. Entre los síntomas que no deben confundirse con TDAH, hay unos que deberían tenerse muy presentes, si bien alguno puede estar combinado con los anteriores y entonces debería ser el médico quien diagnosticara realmente que padece ese niño.
No son TDAH, los siguientes:
-Niños inquietos pero con atención normal, menores de cinco años
-Retraso mental
-Trastornos en el aprendizaje (dislexia,….)
-Fragilidad del cromosoma X
-Intoxicación por exposición o ingesta de plomo
-Trastornos psicológicos o psiquiátricos
-Efectos secundarios o adversos de medicación (neurolépticos ,broncodilatadores…)
-Fetopatía por ingesta de alcohol durante el embarazo de la madre
En principio es una enfermedad que afecta a niños en edad escolar, a partir de los seis años de edad, pese a que numerosos estudios indican que se está diagnosticando en menores de cuatro años. Afecta a un 3-6% de los niños, teniendo una incidencia mucho mayor en los varones que en las niñas (4 a 1).
Numerosas investigaciones avalan la tesis del factor genético como vinculante, si bien no se descartan factores climatológicos, medioambientales, clínicos y otros. Se da en cualquier región del planeta, indistintamente de la raza o religión, si bien su incidencia es mayor en los países industrializados. Este hecho puede que haga replantearse el estrés como un factor a sumar, si bien el hecho de tener más y mejor acceso a la medicina hace que no se conozca su incidencia real en el tercer mundo.
Con tratamiento y supervisión, los afectados podrán llevar una vida normal, y en algunos casos, pocos (20%) superarán la enfermedad y llevarán una vida adulta satisfactoria y sin cambios de conducta. Del 80% restante, decir que un 60% podrá mitigar los efectos del TDAH, permitiéndole una vida más o menos acorde con la sociedad actual y por último, un 20% serán enfermos que seguirán presentando los síntomas de la enfermedad de forma severa
Recordar que el niño vago, malcriado, mimado, caprichoso, egocéntrico, no es necesariamente un niño que vaya a desarrollar la enfermedad, y por tanto se debe diferenciar bien esa conducta de esta enfermedad, ya que pudiendo ser reveladora de la misma, es necesario que esa conducta fuera habitual tanto en el hogar como fuera, o sea en el colegio, casa de familiares, etc…y estuviera apoyada por otros de los síntomas descritos.
Antes de hablar de su diagnóstico y tratamiento, cabe recordar que hay factores asociados, trastornos vinculantes y otros efectos propios de la conducta de los afectados por TDAH
Cualquier conducta anómala en el desarrollo normal de un niño o niña en edad preescolar o escolar , siempre y cuando se manifieste esa conducta en cualquier ámbito donde se encuentre, puede llegar a tener relación con la enfermedad del TDAH, al que muchos asocian el fracaso escolar y la falta de sociabilidad
Teniendo una base biológica, la enfermedad también tiene ramificaciones debidas a factores genéticos, psicopedagógicos, psicosociales, etc…aunque por el momento se descarta la hipótesis de que los padres en sí, sean el origen del problema. Pese a ello, en familias desestructuradas, con problemas de alcoholemia, falta de estudios, drogas, delincuencia, violencia doméstica, y trastornos mentales, puede agravarse el porcentaje de niños que sufren dicha enfermedad.
Los factores genéticos pueden según diversos estudios afectar al 57% de los hijos cuyos padres ya sufren el TDAH . Ello queda reafirmado cuando en las mismas familias, aparte de hijos naturales, convive algún niño adoptado, y este no desarrolla la enfermedad.
Otro factor que recientemente se vincula a la enfermedad son los estudios de neuroimagen, ya que se ha detectado una disminución en el tamaño del cerebro sin que se descubrieran malformaciones. Igualmente tanto el flujo sanguíneo como el oxígeno que van al cerebro presentan desviaciones respecto a otras personas sin esta enfermedad, por lo que podría afectar a neurotransmisores como la dopamina y la noredralina.
Más del 60% de los niños remitidos a consulta por diagnóstico de TDAH, presenta algún tipo de trastorno asociado, ya sean de conducta, de ansiedad o afectivos.
Se ha observado un creciente trastorno en el aprendizaje, con retrasos en el habla y en el desarrollo del lenguaje.
A nivel informativo, ciertos médicos clasifican los trastornos asociados en los siguientes.
DESAFIANTE – Mediante un patrón de conductas negativas durante más de 6 meses, se muestra desafiante con los adultos, fomenta las discusiones, coge rabietas, desobedece , se inhibe de culpas y no pide perdón.
DE CONDUCTA – Consiste en el incumplimiento sistemático de cualquier orden, violando las normas ya sociales o legales a las que está obligado, y llegando incluso a vulnerar los derechos de los demás. Puede ir acompañada de agresividad, violencia física y psíquica, crueldad en sus acciones y siempre bajo el paraguas de las mentiras.
DE DROGAS – Se estima que los afectados por TDAH tienen un gran potencial para verse involucrados en el consumo de sustancias prohibidas, ya que un 15% de estos, acaban teniendo problemas con el abuso de drogas.
DE ANSIEDAD -Â La ansiedad y el TDAH son trastornos paralelos, más frecuentes a menor edad, y se dan en el mismo paciente conjuntamente en el 25% de los casos. Los afectados por TDAH multiplican por tres el riesgo de padecer ansiedad.
AFECTIVOS – Son aquellos que derivan a una depresión o bien que proviene de una depresión, y que al conjugarse con un diagnóstico de TDAH, puede derivar en un trastorno de manía, y por tanto vinculante con la personalidad bipolar. Aunque el TDAH no aumenta el riesgo de padecer un trastorno bipolar, diríamos que en la infancia, si puede darse un caso al revés, o sea, que un niño bipolar incremente la posibilidad de padecer TDAH
DE SUEÑO – Como indica el nombre, afecta a la capacidad de conciliar el sueño, a mantener las fases del sueño y a la duración del mismo. Pueden ir acompañados de efectos vinculados a un mal sueño (pesadillas, temblores, sonambulismo, …)
DE TICS – No demostrado, si es cierto que en ciertos enfermos se presentan tics nerviosos , repetitivos, pero que se atenúan con la edad hasta su casi total anulación.
MOTORES – Afectan a la capacidad motora, con falta de equilibrio, mayor posibilidad de caídas, torpeza y negación para cierta práctica física.
INTELECTUALES- Poco se sabe de este tema, si bien nuevos estudios revelan que los afectados por TDAH puntúan entre 7 y 10 veces menos en los test de inteligencia que las personas sin esta enfermedad.
ACCIDENTES – La impulsividad, dinamismo, e inquietud de los afectados, junto a su falta de destreza para ciertas actividades físicas , hacen que este grupo tenga cuatro veces más posibilidades de sufrir accidentes y lesiones.
No es fácil el diagnóstico de esta enfermedad, pese a que no plantea un problema moral delante del paciente. Nos explicamos: Debido a que las causas y origen de esta enfermedad requiere de una relación con el enfermo de su entorno tanto familiar como escolar, nos encontramos con que si bien el niño o niña que puede padecer esta enfermedad, no revele todos los síntomas para establecer un diagnóstico. Por otro lado esta la actitud paterna, ya que difícilmente los padres asumen que su hijo/a presenta signos como para llevarlo a consulta (es fácil escuchar de los progenitores frases como que otros niños también muerden, el niño se tiene que defender y por eso pega, es que está muy despierto porque es nocturno, que si el abuelo me ha dicho que yo también era un bicho y ahora ya ves, es patoso y ya está, etc…)
Por tanto, más que la actitud de los padres, es muchas veces la escuela quien hace un primer diagnóstico, no en vano, en la sociedad actual pasan mucho más tiempo en los centros educativos que en sus casas, y por tanto, los síntomas pueden ser más reveladores y prolongados.
Cuando la escuela detecta estas actitudes en los niños, lo normal es que se lo comuniquen a la familia, y así conjuntamente, ponen mayor vigilancia sobre el afectado para ver si es algo transitorio antes de remitirlo a un especialista.
Posteriormente, cuando ya la familia, la escuela y otros entornos próximos evalúan el día a día del posible afectado, viene a confirmarse los temores de que se esté ante un caso de hiperactividad o de falta de atención, y por tanto se remite al niño a consulta para ser visitado por personal médico especializado.
La detección precoz será fundamental para evitar trastornos asociados, y mejorará su diagnosis, intervención y tratamiento, y por tanto marcará la evolución futura del enfermo.
Aquí normalmente puede participar el pediatra, ya que conoce el historial médico del paciente, y por tanto puede ayudar en la elaboración de un informe vinculante para ser revisado por un psiquiatra y un equipo de psicólogos.
Recordar que aunque no hay pruebas específicas para su diagnosis, se recurre a los test neurosicológicos para determinar que carencias puede tener el paciente. El diagnóstico se basa en una evolución a nivel médico, psicológico y pedagógico.
La evaluación, seguimiento y prescripción de la enfermedad corresponderá al psiquiatra, y deberá ser reforzada por una mayor implicación tanto escolar como familiar.
Mucho cariño, especial atención, mano derecha, respeto y otra vez mucho cariño. No son bromas, sino que son quizás los medicamentos más eficaces ante esta enfermedad, y que pueden hacer que se mejoren o anulen los síntomas del TDAH, y reducir o eliminar los trastornos asociados.
Un buen conocimiento de la enfermedad que padece por parte de padres y entorno hará que mejore la comunicación entre ellos, y por tanto se evitarán situaciones en que haya manifestaciones agudas de la enfermedad.Por otro lado, el niño debe pasar a recibir tratamiento farmacológico en función del desarrollo de la enfermedad y los trastornos asociados que conlleve, por lo que en general y a criterio del médico, se le administrarán ciertos psicoestimulantes, y sus dosis se adecuarán a la gravedad de los casos o fases de la enfermedad.
Igualmente es conveniente reforzar la pedagogía con profesionales que ayuden al niño a un desarrollo acorde a su edad, y en el que se refuercen las actitudes positivas y las ventajas que de ello se derivanLas virtudes de la práctica del deporte en la salud no son nuevas, y por tanto, la mejora física, con sus efectos inmediatos en el humor, en la reducción de estrés y en la liberación de endorfinas, son también una buena terapia para apoyar al resto de tratamientos que se reciben.
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