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Última actualización de la noticia: 28/07/2008
Obesidad es una palabra que esconde la verdad de un trastorno físico, y que ha adquirido protagonismo a cargo de robárselo a otros términos mejor definitorios como gordura o sobrepeso. Sin entrar en consideraciones sobre la conveniencia o no de este término, lo cierto es que hoy es el protagonista de la medicina actual y por tanto tiene un peso, nunca mejor dicho, específico en la vida de las personas de hoy y las del mañana.
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Se entiende por obesidad al exceso de masa adiposa (grasa), cuantificada mediante el índice de masa corporal (IMC), que corresponde a la relación entre los kilos pesados y el cuadrado de la estatura expresado en metros
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Ahora bien, para no centrarnos en la definición de obesidad y hacer un monográfico del tema, mejor tratar una ramificación de la misma o consecuencia de ella como es el síndrome metabólico.
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De entrada decir que el síndrome metabólico no se entiende sin la obesidad, y por tanto, uno sin el otro no son nada. Por ello, y pese a que sus caminos se separaron no hace mucho para ser tratados de forma diferente, es imposible desvincularlos y nada mejor que evitar o curar uno para evitar al otro.
Se puede definir al SÍNDROME
METABÓLICO, como la conjunción de varias
anomalías metabólicas, y en especial a la suma de
la obesidad central (abdominal) y la resistencia a la
insulina.
Ahora bien, su definición real sería
aquella en la que aparte de los factores mencionados
(obesidad central y resistencia a la insulina), incluya
al resto de alteraciones metabólicas derivadas
(intolerancia a la glucosa, hipertensión arterial,
nivel alto de triglicéridos,….)
Con conocimiento de esta enfermedad desde los años 20,
no fue hasta la última década del siglo pasado, cuando
las organizaciones, forums y centros de investigación
dieron validez al término de Síndrome
Metabólico como enfermedad en sí, y es por
ello, que aún hoy en día, existen notables diferencias
tanto en su definición, en su clasificación, en su
divulgación e incluso en su nomenclatura , ya que
también es conocido con otros nombres tales como
Síndrome X plus, síndrome plurimetabólico, síndrome de
insulinoresistencia, síndrome de Reaven, dislipemia
aterogénica, etc…
Malogradamente esta enfermedad no dispone de ningún
chivato que haga presagiar a la persona el
padecer la misma, por lo que los pacientes que la
desarrollan desconocen su existencia hasta que no es
diagnosticada por un médico. Es decir, al no haber
dolor específico ni síntoma claro para detectarla, una
gran mayoría de los afectados viven con este síndrome
sin saber que es una enfermedad grave y que está
presente en su organismo.
Pese a afectar a cualquier rango de población,
indistintamente de religión, sexo o cultura, es más
prolífica allá donde la sociedad está más desarrollada,
o sea, en los países con altos niveles de calidad de
vida.
En general se estima que está afectando al 15% de la
población en países como España, y algo más en los
EEUU, y afecta especialmente a personas de entre los 35
y 50 años de edad, si bien los últimos estudios
detectan un alarmante aumento entre la población
infantil.
¿Qué síntomas pueden revelar la existencia de padecer
esta enfermedad?, en principio ninguno en concreto, si
bien un auto análisis personal permitirá pensar en la
posibilidad de haber desarrollado o no esta
enfermedad.
Principalmente uno puede presagiar el desarrollo del
síndrome metabólico en función de los siguientes
parámetros, y especialmente cuando se dan conjuntamente
varios de ellos: Obesidad abdominal, hipertensión
arterial, diabetes, colesterol, intolerancia a la
glucosa, nivel alto de triglicéridos, y encima es una
persona con malos hábitos en su quehacer diario: fuma,
bebe, no practica ejercicio, come demasiadas grasas,
sufre stress, abusa de los dulces y las bebidasÂ
azucaradas, etc…
Otro de los factores a tener en cuenta es la
predisposición genética, ya que el riesgo de
desarrollar la enfermedad en personas con antecedentes
familiares de haberla padecido se multiplica por dos, y
por tanto, conviene que aumenten el número de controles
médicos para evitar su desarrollo, o en el caso de
tenerla, de iniciar el tratamiento lo más pronto
posible.
Sin embargo, cabe destacar que estas alteraciones
metabólicas con resistencia a la insulina, también
pueden afectar a personas aparentemente sanas y
delgadas, dando al traste con los síntomas principales
de la enfermedad. Es decir, la población debe entender
que esta enfermedad puede afectar a cualquiera, y que
su forma de vida puede ser el vehículo que lo aleje o
acerque a padecer o no este síndrome metabólico.
El diagnóstico depende del criterio seguido para
establecerlo, ya que son varios los Organismos que lo
diagnostican si bien con notables diferencias entre
ellos, pese a contar con unos puntos
concretos que son comunes a todos.
En general y según las variantes que definen la
existencia de esta enfermedad, se puede decir queÂ
se padece síndrome metabólico siempre
y cuando se prescriba lo siguiente: diabetes mellitas,
intolerancia a la glucosa, resistencia a la insulina y
como mínimo dos de las siguientes afecciones, presión
arterial alta, nivel alto de triglicéridos,
insuficiencia de colesterol positivo HDL, índice de
masa corporal superior a 30 Kg por metro cuadrado, o
microalbumiuria.
Algún estudio sugiere que debe presentar una
resistencia a la insulina un 25% superior a los valores
medios de insulina en ayunas de individuos no
diabéticos.
Otros señalan que la obesidad central debe ser superior
a esos 30 kgs por metro cuadrado antes referido, o
tener un diámetro de cintura superior a los 94 cm o
según otros, de más de 100 cms.
Al llegar a consulta es importante que el especialista
realice un historial clínico completo, donde quedaran
reflejados los antecedentes familiares y personales,
los factores de riesgo, los hábitos de vida del
individuo (dieta, ejercicio físico, tabaquismo,
sedentarismo, consumo de tóxicos,…), el tipo de
fármacos que ha tomado, así como cualquier síntoma
relacionado con la arteriosclerosis.
Posteriormente se someterá al paciente a una
exploración física, haciendo especial hincapié en las
siguientes pruebas: medición del perímetro abdominal,
control de la presión arterial, revisión cardiológica y
pulmonar, palpación de pulsos periféricos y en
caso de pacientes diabéticos, realizar un fondo de ojo,
examen de los pies, y por último ver los niveles de
reacción neurológica a través de los reflejos y la
sensibilidad.
Finalmente se realizarán otras pruebas adyacentes con
el fin de completar un diagnóstico lo más elaborado
posible. Aquí puede haber infinidad de pruebas
que podrían ayudar a determinar la presencia de
síndrome metabólico, así como la posibilidad de que se
conjunten varias enfermedades, complementarias o no, e
incluso puedan servir para descartar ciertas
patologías. Habitualmente se componen de las
siguientes: Hemograma completo, analítica bioquímica,
análisis de orina y un electrocardiograma
Todo ello nos pondrá sobre aviso de un síndrome
metabólico bien diagnosticado y que tratamiento en
concreto necesita cada paciente.
Evidentemente el mejor tratamiento depende del mejor
paciente, es decir la voluntad del enfermo de poner fin
a esta enfermedad y su capacidad para hacer frente a
ella. Es por ello que antes de entrar en la
farmacología, debe prescribirse un tratamiento personal
basado en temas de nutrición, dietética y ejercicio
físico.
De vital importancia es la reducción de la obesidad
central mediante la práctica de ejercicio, si bien se
recomienda que el deporte a practicar sea de leve a
moderado (andar, correr, bicicleta, gimnasia, natación,
esquí nórdico, remo,…. y no comporte riesgos
coronarios (squash, paddel, escalada, submarinismo,
etc…)
A ello procurar andar una media de 20 minutos al día,
reducir las horas de sentarse frente al televisor,
mantener un orden horario, una rutina en las comidas,
eliminar el tabaco y los excitantes, y por supuesto,
mantener una actitud positiva ante la vida.
En cuanto a la dieta, se trata de reducir las calorías
consumidas de forma gradual, y en general de evitar
ciertos alimentos, especialmente las grasas y la
bollería industrial a favor de otros más sanos como las
verduras, la pasta, el pan integral, las
legumbres, los frutos secos, aquellos ricos en ácidos
grasos tipo omega 3 como el pescado azul, el consumo de
ajo, y en cuanto a bebidas pues aparte del agua, dar
importancia a infusiones relajantes tipo manzanilla,
hepáticas como el diente de león o digestivas como el
poleo o la maría luisa. Si a esto le sumamos una
reducción en el consumo de azúcar al sustituirlo
por otros edulcorantes naturales como el agave,
nuestro organismo sufrirá una mejora importante
en poco tiempo.
Hasta aquí no sería más que la aplicación lógica de
poner un orden al paciente, si bien como hemos visto es
una enfermedad de enfermedades, o lo que es lo mismo,
se debería hacer tratamiento para cada una de las
causas que han determinado la existencia de síndrome
metabólico (sobrepeso, hipertensión, triglicéridos,
diabetes mellitas, facilidad de coagulación de la
sangre, colesterol,….)
TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO
El médico tras su diagnóstico vera la necesidad o no de
recetar ciertos medicamentos para tratar la enfermedad,
e incluso podría incluir medicamentos destinados
a rebajar la obesidad si el paciente no tiene voluntad
para adelgazar por si mismo mediante dieta y ejercicio
(ciertos casos demuestran que el estado de obesidad es
una derivación de un problema de ansiedad y por tanto
el paciente engulle de forma compulsiva los alimentos
para después arrepentirse). Actualmente en España sólo
hay dos medicamentos que cumplen con esta función:
sibutramina y Orlistat, si bien hay indicios que en el
transcurso de 2008 sanidad aprobará un tercero ya
presente en Inglaterra.
En pacientes con facilidad para la coagulación
sanguínea el tratamiento se acompañará con
antiagregantes plaquetarios, se le administrará ácido
acetilsalicílico o un derivado en caso de presentar
alergia o intolerancia a este medicamento.
Si aparte existe hipertensión, el tratamiento a
seguir farmacológico vendrá determinado por el perfil
metabólico del paciente y en las cifras de presión
arterial que presenten. Es decir, se tratará con b
bloqueantes, tiazidas o calcioantagonistas en función
de cada paciente.
Los llamados tiazidas reducen la mortalidad
cardiovascular, y a su vez incrementan los niveles de
glucosa en un 10%, disminuyendo la resistencia a la
insulina. En pacientes diabéticos se reduce la
microalbuminuria y la posibilidad de sufrir
insuficiencia renal. Este tipo de fármacos pueden
desaconsejarse sí el paciente tiene la función renal
muy deteriorada, ya que presentaría complicaciones que
derivarían en otras enfermedades.
En cuanto al tratamiento mediante betabloqueantes,
ayudan a reducir la mortalidad por infarto de miocardio
y por el contrario, si el paciente tiene diabetes puede
empeorar la sensibilidad a la insulina, aunque en algún
estudio se ha demostrado su compatibilidad incluso con
este tipo de pacientes. Estos fármacos mejoran la
sensibilidad a la insulina (no confirmado en el 100% de
los pacientes diabéticos), aumentan el colesterol bueno
HDL
Por último los calcioantagonistas se presentan como
fármacos de apoyo, ya que muchas veces a los pacientes
hipertensos se les hace una combinación de fármacos
antihipertensivos, y entonces estos calcioantagonistas
sólo se limitan a mantener los niveles de insulina y
triglicéridos, mientras provocan una disminución del
colesterol total.
También se suministra medicación para los pacientes con
dislipemia. Aquellos que presentan hipercolesterolemia
serán tratados con estatinas que reducen los niveles de
colesterol LDL(malo) y triglicéridos e incrementan el
colesterol HDL(bueno). Estos se muestran eficaces
incluso en pacientes con diabetes mellitas, y
combinados con ezetimiba reducen la morbimortalidad en
pacientes con elevado riesgo
cardiovascular.
Por otro lado si la principal función es reducir los
niveles de triglicéridos como factor de riesgo
independiente, se administrarán fibratos como
medicamento de elección y así hacer frente a la
hipertrigliceridemia.
Los pacientes que presenten diabetes mellitus y para
evitar la aparición de complicaciones microvasculares,
serán controlados mediante continuas pruebas para medir
la hiperglucemia en ayunas, y administrar las dosis
adecuadas de insulina. Si a su vez hay un cuadro
clínico de obesidad se tratará con metformina y
antidiabéticos orales como las tiazolidinadionas, y en
caso de que no se prescriba la obesidad se medicará con
sulfonilureas o glinidas que han demostrado en terapias
combinadas que reducen la resistencia a la insulina,
mejoran los perfiles de glucemia, absorben las grasas
adiposas y reducen algo la presión arterial.
En general y viendo el vínculo indisoluble entre la
necesidad de aplicar medidas farmacológicas y el
“recetar†un estilo de vida saludable, se
estima que los pacientes que adopten las dos medidas
con más rigor, podrán subsanar esas deficiencias
metabólicas, con una salud fortalecida y con mayores
controles para evitar nuevas recaídas.
Queda claro que la obesidad es una epidemia del
siglo en curso, así como el estrés y las depresiones,
por lo que la medicina debe incidir en lograr
tratamientos lo menos agresivos posibles y más
eficaces, y divulgar mediante campañas informativas la
necesidad de no jugar con la salud.
De todos es conocido que el tabaco mata, que el
ejercicio provoca innumerables beneficios al organismo,
que respetar unas normas y horarios mejora la
resistencia inmunológica, que las dietas como la
mediterránea son la panacea para combatir miles de
enfermedades, pero…el ritmo de trabajo, las
incompatibilidades horarias, el desgaste de las
relaciones sociales, la imposibilidad de conciliar vida
familiar y laboral, el desarrollo de la sociedad,
incluso la cacareada globalización, y cientos de
factores más, hacen que hoy el ser humano este expuesto
a contraer estas enfermedades que nos trajo el
desarrollo industrial y que parece van a
acompañarnos durante los próximos años.
Ser hoy un paciente de síndrome metabólico es ser un
espejo de la sociedad actual, un enfermo moderno,
propio del siglo que vivimos, y …ello debe hacer
pensar a todos los implicados en la solución. No hay
que ser pasota, hay que afrontar la vida con sus
vaivenes, pero sobretodo hay que ser persona antes que
individuo, fortalecer el conocimiento de uno mismo y su
posición ante la vida que tiene delante, replantearse
un modelo que nos lleva a enfermar por gula, por
ambición, por codicia y por imagen.
Tener hoy síndrome metabólico es un presente que mañana
puede ser pasado y en el futuro un mal recuerdo, pero
al fin y al cabo, un recuerdo que te repite que
sobreviviste a la enfermedad y por tanto eres un
privilegiado que has sabido corregir errores y por
tanto ahora maestro de nuevos enfermos que pasarán por
ello.
“salud no sólo es la respuesta al estornudo de
alguien, debe ser protagonista en tu película, nunca un
secundarioâ€
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