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Reportajes, Hipertensión - Hipertensión arterial: la gran silenciosa arma mucho ruido

Última actualización de la noticia: 20/11/2007

paradoja simbólica sobre el silencio y a la vez ruido que proporcionan unos auriculares con respecto al entorno, a manera de ilustración de la hipertensión y su silencio con efectos ruidosos

Fotografía por: kahle

"Muerte Silenciosa", "Asesina Silenciosa"... estos son algunos de los espeluznantes calificativos que recibe la hipertensión arterial, el enemigo ya no en casa, sino en el cuerpo, una enfermedad con la que se puede convivir durante muchos años sin que el individuo afectado sospeche de su presencia en lo más mínimo, por lo que no es extraño que cuando se la descubre ya sea demasiado tarde. Es entonces cuando los cómplices de la "asesina o muerte silenciosa", gestados lentamente a lo largo de todo ese tiempo, pasan a la acción agrediendo a la víctima mediante un ataque coronario o accidente cerebrovascular, sin olvidar posibles embestidas contra el sistema renal y ocular.

Cifras de prevalencia preocupantes

Se estima que cerca de 700 millones de personas en todo el mundo tienen la presión arterial demasiado alta, de acuerdo con las estadísticas publicadas por organismos internacionales en 2002. Las cifras registradas en las sociedades occidentales o del primer mundo son igualmente preocupantes: se calcula que en Estados Unidos unos 20 millones de personas de los 72 millones que tienen la enfermedad son ajenos a la peligrosa disfunción que sufren, según informa el Texas Heart Institute.

En España, los datos recopilados en 2005 y dados a conocer por un informe de la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA) indican que la enfermedad afecta en torno al 35 por ciento de adultos mayores de 18 años, porcentaje que en mayores de 60 años asciende hasta el 68 por ciento. En números redondos, la prevalencia de la hipertensión arterial incide en la vida de unos 10 millones de españoles.

Salir de dudas es fácil

Cuando la sangre bombeada por el corazón y distribuida a través del sistema circulatorio empuja contra las paredes de las arterias y se encuentra con que éstas se han estrechado, lo que provoca que la presión dentro de las conducciones sanguíneas aumente, entonces ya se está en condiciones de hablar de hipertensión arterial. Este proceso puede permanecer asintomático, silencioso, pero es susceptible de ser desenmascarado rápidamente: quien quiera saber si padece de hipertensión o, sabiendo que ya la tiene, pretende realizar un control, sólo tiene que acudir a la farmacia, ir a la consulta del médico o adquirir un aparato de automedición -eso sí, ante todo debe estar homologado- para tomarse la presión dónde y cuándo lo estime oportuno. Ya sea con un esfigmomanómetro tradicional con "pera" o ya sea con uno digital, el brazo (y su extremo inferior la muñeca) es la parte del cuerpo que sirve para medir la presión arterial.

En la lectura del esfigmomanómetro, la lectura del valor más alto se corresponde con la presión sanguínea sistólica, es decir, la presión creada cuando el corazón late. La lectura del valor más bajo se corresponde con la presión sanguínea diastólica, que es cuando el corazón está en reposo. Los índices se calibran en unidades de milímetros de mercurio (mm Hg), o la altura a la que se elevaría una columna de mercurio debido a la presión.

En adultos, se consideran valores normales los que estén por debajo de 120/80.

La prehipertensión se establece en una presión constante 120-139/80-89.

La hipertensión leve marca cifras de 140-159/90-99.

La hipertensión moderada y grave es la que supera los 160/100.

Toma de la presión arterial.

Fotografía por: deanjenkins

Un amplio abanico de causas

La hipertensión es una enfermedad "democrática", ya que puede afectar a todo tipo de personas y estar causada por una larga lista de factores. Se tiene una sospecha muy avanzada de que, en determinados casos, un gen podría estar vinculado a la aparición de un cuadro de presión alta, lo que explicaría la prevalencia de la enfermedad en individuos con antecedentes familiares. Lo que ya no es sospecha sino una evidencia contrastada es que la hipertensión afecta en mayor número a personas de raza negra.

La presión alta incide en ambos sexos, en especial en mayores de 60 años de edad. Otros factores de riesgo son el estrés, emociones fuertes, consumo de tabaco y anticonceptivos orales, obesidad, sedentarismo, diabetes, dieta desequilibrada por excesiva ingesta de grasas saturadas, sal y alcohol, y sedentarismo y diabetes.

Casi todos los casos constituyen lo que se denomina hipertensión primaria, que se da cuando se desconoce el origen exacto de la enfermedad. Cuando la hipertensión está asociada a otra dolencia, sobre todo de naturaleza renal, a embarazo o a una reacción por toma de medicamento, se considera que se está produciendo una hipertensión secundaria.

En la literatura médica se recoge que cuando la hipertensión arterial deja de permanecer silenciosa el paciente puede sufrir molestias en la cabeza, hemorragias nasales, palpitaciones y mareos.

El síndrome de la bata blanca o hipertensión de la bata blanca

A pesar de que los esfigmomanómetros ya están al alcance de la mano de cualquier usuario, debe ser un facultativo el que establezca el diagnóstico de hipertensión. Para ello realizará un mínimo de dos lecturas de la presión en tres días diferentes. En esta etapa del proceso se produce un extraño fenómeno, el que se ha bautizado como síndrome de la bata blanca o hipertensión de la bata blanca, que se manifiesta cuando la presión arterial del paciente se eleva en la consulta del médico, pero al salir del centro médico desciende hasta llegar a normalizarse. Aunque por ahora es un misterio el por qué de esa conducta, todo parece indicar que el estrés y el nerviosismo del enfermo ante el resultado de la medición pueden ser las causas de esos "subidones".

Por norma general, los adultos deben tomarse la presión arterial al menos una vez al año. En pacientes ya diagnosticados será el médico el que establezca la frecuencia de los controles. Precisamente, uno de los grandes problemas al que se enfrentan los médicos es que, si bien el grado de conocimiento y tratamiento farmacológico de la hipertensión arterial entre la población es más o menos alto, el control es aún bajo en comparación con los valores anteriormente citados.

El diagnóstico se puede completar con un repaso al historial clínico del paciente, un examen de los vasos sanguíneos de los ojos, un estudio del ritmo cardiaco y una ecocardiografía.

Dos mejor que uno, si uno es insuficiente

La prevención y cambio de hábitos en primer lugar, y la farmacología en segundo término, suman esfuerzos para combatir la hipertensión arterial. En el primer grupo se encuentran la reducción de peso y en paralelo la reducción del consumo de grasas, sal y alcohol; también juegan un papel importante el abandono del tabaco en el fumador, la práctica de ejercicio físico y la asunción de técnicas de relajación para rebajar los niveles de estrés.

Si todo esto no fuera suficiente y al cabo de unos meses la hipertensión siguiera manteniéndose anclada en niveles alarmantes, entra en acción la farmacología: desde betabloqueantes y antagonistas del calcio hasta vasodilatadores e inhibidores de la enzima convertidora de la angiotensina, pasando por diuréticos e inhibidores de renina.

Puede parecer una perogrullada decir que un estilo de vida saludable es vital para prevenir la hipertensión arterial. Pero tratándose de una enfermedad tan silente y al mismo tiempo tan desvastadora por las muertes que puede provocar por complicaciones cardiacas, cerebrovasculares y renales, nunca está de más recordar lo que de todos ya es sabido para la salud en general: la prevención es la mejor cura de la enfermedad.



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