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Última actualización de la noticia: 21/11/2007
Varios estudios han demostrado que las personas con agrupación de factores de riesgo cardiometabólicos (hipertensión arterial, obesidad, dislipemia, diabetes), conocida como síndrome metabólico, tienen el doble de riesgo de desarrollar accidentes cardiovasculares y casi 5 veces más de desarrollar diabetes tipo 2, en comparación con los individuos que no padecen ningún tipo de factor de riesgo cardiometabólico. El doctor Mariano de la Figuera, médico de atención primaria, habla de todas estas cuestiones e incide en que la obesidad abdominal (tener "un poco de barriga") es más importante de lo que parece y por tanto merece atención facultativa.
-¿Qué se entiende por riesgo
cardiometabólico?
En sentido literal, es la probabilidad que tiene una
persona de desarrollar complicaciones cardiovasculares
("cardio") y diabetes ("metabólico") como
consecuencia de la asociación de una serie de factores
de riesgo. Entre esos factores se encuentran algunos de
los "clásicos" y bien conocidos, como la hipertensión
arterial y la dislipemia, y otros, cuyo conocimiento es
más reciente, como es la obesidad abdominal y la
discreta elevación del azúcar en sangre, lo que también
se conoce como glicemia basal alterada. El conjunto de
todas esas circunstancias predispone al individuo a ser
diabético y sufrir complicaciones cardiovasculares en
el futuro.
-¿Són fáciles de reconocer esos factores que
pueden inducir a riesgos
cardiometabólicos?
La medida de la presión arterial o conocer los niveles
de lípidos en la sangre no requieren de una alta
tecnología. Por otra parte, reconocer a una persona
como obesa se puede hacer casi a primera vista, nada
más entrar en la consulta. ¿Qué hay que hacer para
evaluar la presencia de obesidad abdominal? Algo tan
sencillo como utilizar una cinta métrica. Cuando el
perímetro de la cintura de una mujer o de un hombre es
superior a 88 cm y 102 cm, respectivamente, se
considera que tienen obesidad abdominal. El incremento
del perímetro de la cintura indica, sin necesidad de
realizar una exploración analítica complicada, que hay
un trastorno metabólico, por ejemplo un aumento de la
glucemia, de los niveles de triglicéridos y una
disminución del colesterol protector, el famoso
colesterol-HDL.
-Entonces, ¿la medicina ha dejado el índice de
masa corporal aparcado?
Yo creo que sigue siendo un término útil. Quien tiene
un índice de masa corporal superior a 30 es obeso,
situación que por sí misma aumenta el riesgo
cardiometabólico; pero también es un factor de riesgo
de la artrosis de rodilla y cadera.
-¿Se ha entendido que la obesidad es una
enfermedad?
Creo que todavía no; pero los índices de obesidad
infantil en España cada vez son más preocupantes,
probablemente por una "contaminación" de determinados
hábitos alimenticios heredados de otros países, como
los
Estados Unidos. Además, ya estamos diagnosticando
diabetes tipo 2 en población infantil, y la mejor
prevención de la diabetes es evitar la obesidad.
-Cuando se habla de perímetro abdominal,
aparece en escena la mal
llamada "curva de la felicidad"...
Yo no creo que, en el siglo XXI, la felicidad deba
asociarse a un perímetro abdominal determinado. Por
otra parte, la persona con un poco de barriga no
debe pensar que sobre él pende una espada de Damocles
cardiovascular. Pero
sí debe tener en cuenta que detrás de ese aumento de
cintura pueden encontrarse alteraciones de la glucosa,
incremento de triglicéridos y presión arterial elevada.
Son disfunciones que se detectan con una simple medida
de la presión arterial o unos análisis básicos de
sangre. Además, si se practica ejercicio físico y se
sigue una dieta equilibrada se pueden corregir todos
los factores de riesgo mencionados, incluido el aumento
del perímetro abdominal.
-Hay quien sueña con tomarse una pastilla para
reducir esos factores de
riesgo (de hecho ya hay fármacos de esa índole en fase
de investigación)
y seguir zampándose paellas...
Los fármacos antihipertensivos, los que reducen los
niveles de colesterol y
los antidiabéticos orales han demostrado grandes
beneficios en la prevención
cardiovascular, pero no deben sustituir a determinados
cambios en los estilos de vida como la dieta, el
ejercicio físico o dejar el tabaco.
-En materia de prevención, aparte de dejar de
fumar se puede recomendar
ejercicio físico y dieta. Pero, ¿existe alguna manera
de ilusionar al
paciente para que colabore en la reducción de los
citados riesgos?
Esta pregunta no es fácil de contestar ya que los
médicos no siempre somos
capaces de entusiasmar a nuestros pacientes, y menos
cuando recomendamos
modificar determinados hábitos muy arraigados. Sabemos
que la práctica de
ejercicio físico es muy útil; pero el gran desafío es
cómo transmitir ese mensaje a nuestros pacientes. Por
otra parte, la medicalización de los factores de riesgo
no siempre es bien aceptada. La prueba es que, en el
campo de la hipertensión arterial, más de la tercera
parte de los pacientes no cumple con el tratamiento. Yo
creo que la prevención primaria debe comenzar en la
escuela. Que un joven practique deporte, no
necesariamente competitivo, y siga una dieta
equilibrada es una forma de llevar una vida ordenada
que, sin duda, tendrá repercusiones
positivas. En este sentido, los pediatras y enfermeras
de los centros de atención primaria están haciendo una
labor muy importante en las escuelas.
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